Paises jovenes van hacia nuevas democracias,
mientras ésta occidental agoniza ahogada en un corporativismo canibal.
Enfermos de serotonina, sus habitantes
abandonan pueblos por sucias urbes,
malviviendo en columbarios con comida prefabricada,
viendo su realidad a través de una ventana
mientras veranean en grandes centros comerciales,
de espaldas a la Tierra.
Una pastilla nos aleja de la revolución,
la otra nos socializa de forma artificial.
El mundo avanza hacia el fin de estos tiempos,
viejas estructuras se desmoronan,
todos somos prescindibles...
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